La temporada de baloncesto terminó para
el Real Madrid en el peor marco inimaginable, perdiendo la Liga ante el Barça,
la final de la Euroliga y con el único trofeo de una Copa del Rey, conseguida
en el último segundo, además. Y es que, si bien cualquier aficionado al Real
Madrid que no siga el baloncesto, sobre el papel pueden ser buenos resultados
el llegar a las tres finales posibles a pesar de solo ganar una, cuando uno ha
visto toda la temporada y el mejor baloncesto de los últimos, ¿20?, ¿30 años?,
con una de las mejores plantillas de Europa, la cara que se te queda es, con
perdón, de gilipollas.
Y es que cuando consigues 27 victorias
seguidas en Liga Regular, y otras más en Euroliga, obviando el primer pinchazo
de la temporada, ante el CSKA, lo que menos piensas es que vas a acabar la
temporada con solo un título de tres posibles (sin contar la Supercopa). La
palabra ‘Showtime’ se instaló en el Palacio, inundó las redes sociales que
devoraban baloncesto como nunca antes, disfrutando de la magia del ‘Chacho’
Rodríguez, el juego espectacular de Rudy Fernández o los ‘alley-oop’ de Marcus
Slaughter.
¿Y qué ocurrió? Será una pregunta que
se hará mucha gente a lo largo del tiempo, en la que la respuesta más lógica es
el cansancio. Pero me parece difícil achacar los problemas finales al cansancio
únicamente, y es que analicemos desde el momento en el que nos empezamos a
jugar lo serio, en la Copa del Rey. Un torneo al que llegamos a la final de
manera sencilla, ganando como se venía haciendo en la Liga Regular, con
victorias de +23 sobre el Herbalife Gran Canaria y de +32 al CAI Zaragoza. Nos
enfrentaríamos al Barcelona, que hasta ese momento estaba en un momento
bastante bajo, pero que solventó fácilmente su primer partido y con algo más
esfuerzo las semifinales. Todo aventuraba a una final desigual, y así hubiese
sido si nuestro equipo no comete una de sus famosas desconexiones, esas tan
famosas denominadas “Momentos Lolaso”, con un tercer cuarto bastante deplorable
que continuaría con un último cuarto a contracorriente del equipo de Xabi
Pascual. Al final, nos plantamos en la última jugada con un punto por debajo, y
quizás la suerte del campeón, o ¡vete tú a saber qué!, Sergio Rodríguez se vio
obligado a abrir para Llull a un lado y que se la jugase el menorquín, que
hasta ese momento estaba haciendo un partido nefasto en todos los sentidos
(solo 9 puntos y siendo el segundo que más minutos jugó de los nuestros), y
entró, a falta de 0,1, entró y ganamos 77-76, el que pensábamos que sería el
primer título de la triple corona, el cual no nos entraba en las quinielas que
sería el único.
Podríamos pensar que aquella final fue,
o bien un pequeño aviso, o como optamos la gran mayoría, un mal día que
salvamos bajo la campana. En fin, lo que vino después fueron más partidos que
seguimos solventando, algunos con más facilidad que otros, pero ganando, solo
conociendo la derrota ante el Valencia Basket antes de llegar a la Final Four,
la ansiada final para volver a conquistar la Euroliga, la que sería la Novena
en la sección del baloncesto. Y que mágico partido ante el Barcelona en esas
semifinales, ganando 62-100, con un tercer cuarto en el que metimos un parcial
de 11-28, con un excepcional Mirotic y un genial Sergio Rodríguez. Jugaríamos
la final contra un rival histórico, el Maccabi de Tel-Aviv, que ganó sobre la
bocina al CSKA de Ettore Messina. Todo apuntaba a que nos enfrentaríamos al
rival menos fuerte, y que el librarnos de jugar contra el CSKA nos facilitaría
el triunfo. Nada más lejos. Lo que vivimos en esa final fue un palo enorme.
Fuimos todo el partido sufriendo la goma del conjunto dirigido por David Blatt,
apenas nos conseguíamos ir en el marcador, pronto apretaban para igualarnos,
dejando el marcador siempre a tiro de una canasta para que nos empatase, y así
sucedió en el último cuarto, en un partido en el que ninguno falló tiros libres
hasta ese momento, en el que a Mirotic, excelente ante el Barcelona, vivió un
partido funesto en aquella final de Milán, acabaría fallando uno de los tiros
libres, que estadísticamente nos condenaría a la prórroga. También lo harían
los 0 puntos de Sergio Llull y la increíble cantidad de minutos que volvió a
jugar. Pero lo que sucedió en la prórroga es incalificable. De repente nos
fuimos del partido, y Tyrese Rice surgió de la nada para coronarse MVP de la
final y darle al Maccabi la Euroliga, con un último parcial de 13-25.
Y desde entonces, jamás volvimos a ser
los mismos. Para la plantilla fue un palo tremendo, y hasta la fase final de la
Liga se dejaron llevar, volviendo a perder otro partido, este ante el Barcelona
en el Palau, a la espera que el hecho de jugarse la Liga les reactivase. Pero
no. Ganábamos, sí, pero sin convicción, sin ninguna ilusión. El ambiente
empezaba a estar enrarecido, problemas de Pablo Laso con algunos integrantes de
la plantilla, al Chacho se le apagó la bombilla y el Madrid se mantuvo gracias
a Felipe Reyes para llegar a la final. Pero ahí, se volvieron a ver las
costuras a este equipo, que nunca supo plantarle cara al conjunto de Xavi
Pascual, ni detener el juego interior de Tomic ni a Huertas. Perderíamos el
primer partido, intentaríamos recobrar la ilusión en el segundo, pero en el
Palau nos desmoronamos, y aunque intentamos la épica en el cuarto, nada se pudo
hacer. Quizás podamos arremeter contra el arbitraje, sobre todo en ese cuarto
partido, en el que se vieron cosas muy raras, pero sería centrarse en lo fácil
y no mirar todo seriamente. El equipo entró en una fase auto destructiva tras
la final de la Euroliga, y de repente el ‘showtime’ se convirtió en tragedia y
un aura de decepción en todo el madridismo aficionado al baloncesto.

Queda un Mundial de basket por medio,
un mundo, y todo puede ocurrir en esta plantilla. Y por supuesto, toda una
temporada por delante en la quizás los malos augurios nos hagan hasta disfrutar
si ganamos algo que no esperábamos (ya nos pasó con el fútbol, ¿no?). Estaremos
atentos a los movimientos de la sección, y al dúo dinámico que la dirige.
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